miércoles, 26 de enero de 2011

Fundamentos del Mar Territorial Peruano de 200 millas



La historia del dominio del mar territorial se remonta a los antiguos habitantes del litoral peruano. Desde que ellos aparecieron junto al mar convivieron con él y lo aprovecharon para su alimentación, transporte, y hasta para refugiar las divinidades marinas que los protegían. En los Museos puede verse abundante iconografía de peces, leones, serpientes y lobos marinos, tortugas, etc representadas en el arte de todas las antiguas civilizaciones, testimonio indudable de la estrecha relación que existió entre los habitantes de las áridas costas y el rico mar que los alimentaba. Esto es lo que los tratadistas del derecho del mar traducen como la ecuación H-T-M: Hombre, tierra, mar, que sustenta entre otros importantes aspectos la Doctrina Peruana del Mar Territorial.
El hombre peruano usó el mar y lo ocupó a través del tiempo, tanto como pudo según sus crecientes recursos tecnológicos. Esta ocupación o dominio del mar constituye lo que en derecho se denomina “la costumbre”, que es base cierta de jurisprudencia en ausencia de una norma positiva, tan innecesaria como impensable en los orígenes de nuestras culturas. Al desarrollarse la civilización se presenta la necesidad de acreditar el dominio territorial, y tal acreditación se convierte en una norma positiva que desde ese momento ingresa al Derecho Internacional Público.
La trayectoria no interrumpida de dominio que el antiguo peruano ejercitó sobre su mar adyacente, encuentra el hecho de mayor relieve en la expedición del Inca Tupac Yupanqui a la Polinesia, remontando lo que hoy conocemos como la Corriente Peruana. Este hito del dominio peruano sobre el mar lo confirmó el explorador noruego Thor Heyerdahl alrededor de 1960, dejándose llevar por la Corriente Peruana en la balsa “Kon Tiki”, tal como se supone fueron las embarcaciones que pudieron haber construido los Incas. En el 2005, la expedición noruega de la balsa “Tangaroa” confirmó lo anterior.
El primer mapa de América levantado en 1646 por el geógrafo europeo Petrus Kerius Calav ofrece el testimonio que el “Peruviane Ocean”, desde el litoral peruano hasta las Islas Filipinas era posesión soberana de los Reyes de España, de los cuales somos herederos históricos desde 1821. Así es que el dominio marítimo ó mar territorial es, por posesión continua y por historia, patrimonio indiscutible y exclusivo del Perú.
Hasta que en la edad contemporánea, se presentó la necesidad de proteger los recursos marinos, amenazados por la entonces incipiente depredación de los mares. Con una clara visión proyectada de la historia, el entonces Presidente de la República, ilustre jurista y gran patriota, Dr. José Luis Bustamante y Rivero, reivindicó el dominio, soberanía y jurisdicción exclusivas del Perú sobre las 200 millas de mar adyacente a sus costas. Fue el primero de Agosto de 1947, en el acto más trascendental de toda nuestra vida republicana, que el Perú proclamó la propiedad exclusiva de 864,381.557 km2 (2) de dominio marítimo, que comprende suelo, subsuelo, fondos marinos, y espacio aéreo que los cubre.
La Doctrina del Mar Territorial Peruano quedó internacionalmente reconocida por el Tratado del Pacífico Sur de 1952 suscrito con Ecuador y Chile, con la posterior adhesión de Colombia. Finalmente, la III Reunión del Consejo Interamericano de Jurisconsultos, en México, en 1956, declaró que los Estados tienen la competencia de fijar el ancho de su mar territorial de acuerdo a sus características geográficas, geológicas y biológicas, según las necesidades económicas de su población y de su seguridad y defensa. El Perú, es el primer país del mundo en sustentar su dominio marítimo con sólidos argumentos científicos y jurídicos, lo que confiere plenitud y permanencia en el tiempo a la Doctrina Peruana del Mar Territorial de 200 millas marinas.
(1) De la Comisión Patriótica para la Defensa el Mar de Grau. http://www.comisionpatriotica.org/
(2) Estimado por el Instituto de Investigación de la Facultad de Ingeniería Geográfica y Ambiental de la Universidad Nacional Federico Villarreal http://www.victormejia.org/

LOS CHILENOS Y SU EXPEDICION "GLORIOSA"

Pirata
¿Y quién es Patricio Lynch?
La piratería es una actividad tan antigua como la navegación misma. Una embarcación privada o estatal amotinada atacaba a otra en aguas internacionales o lugares sometidos a la jurisdicción o no de un Estado con el propósito de robar su carga, exigir rescate por los pasajeros, convertirlos en esclavos y muchas veces apoderarse de la nave. Quienes realizaban esta práctica se denominaban piratas y robaban por cuenta propia.
El más sanguinario
Pero el más sanguinario no había llegado sino hasta setiembre de 1880, cuando asoló puertos y haciendas. Patricio Lynch, quien se comportó como un vulgar bucanero, los bucaneros eran matarifes de reses y se convirtieron en carniceros de hombres. Fue propio del Caribe y el segundo cuarto del siglo XVII. Pero, además, Lynch por su comportamiento durante el ataque artero, traicionero y a mansalva a los puertos y haciendas de nuestro litoral, desprotegidos, abandonados por la inercia de Nicolás de Piérola, recibió el calificativo de filibustero, “el que captura el botín libremente”.
Con seguridad se preguntarán por qué el calificativo de “pirata-corsario-bucanero-filibustero” que se le endilgó a Patricio Lynch, el gran almirante chileno que recorrió nuestra costa desde Arica hasta Paita, dejando a su paso destrucción, desolación, impunidad, muerte, robo, imponiendo cupos a las poblaciones indefensas, destruyendo la infraestructura de las haciendas, etc. Después de la caída de Arica en manos chilenas y la muerte de Bolognesi, la flota chilena tenía nuestro océano libre para desplazarse sin temor y transportar sus vituallas, personal y proseguir las operaciones militares hacia nuestra capital, tal como era el interés del ministro de guerra chileno Manuel Vergara, quien contaba con el apoyo del Ejército en poder de Baquedano. La opinión pública estaba azuzada por los diarios chilenos que deseaban la continuación de la guerra, como El Independiente de Santiago del 23 de agosto de 1880, que expresaba: “A Lima! para dar el golpe de muerte a esa serpiente, para firmar en el palacio de los virreyes el tratado de paz que nos dé, como reparación e indemnización de guerra, la costa del Pacífico hasta el grado 19; a Lima, en fin, para satisfacer el anhelo vehemente de nuestros soldados”.
El detonante
A partir del 10 de abril de 1880, el Callao fue bloqueado, el almirante Galvarino Riveros dio un plazo de diez días para poner a buen recaudo los bienes neutrales y privados, al término del cual bombardearía el puerto. Vencido el plazo, el 22 de abril se ejecutó el primer bombardeo, sin muchos efectos en las propiedades y población. El 10 de mayo se realizó el segundo bombardeo, hizo 418 disparos, no alcanzó a causar perjuicios, fracasando en su cometido.
Un hecho que precipitó la autorización a Lynch para sus correrías en nuestro litoral, a no dudarlo, fue el hundimiento del Loa, por una acción arriesgada de nuestros antepasados. Quienes colocaron una trampa explosiva en una embarcación, utilizada como señuelo y tentando la angurria de los “rotos”. La nave pequeña contenía frutas, verduras y animales de crianza. Cuando izaban la carga a su nave, explotó una bomba que sacudió al Loa, matando a cerca de 130 hombres de su tripulación.
Este hecho, singular, realizado por defensores anónimos del Callao, con valor, ingenio y creatividad, causó una grave crisis en el gobierno mapochino. Chile a esta acción valerosa de un grupo de peruanos respondió azuzado por su prensa, parametrada, patriotera y al borde del paroxismo, para que Pinto autorizara la expedición Lynch.
La expedición
El 26 de julio de 1880 el Mercurio de Valparaíso traducía su odio contra nuestro país al expresar: “Venganza, venganza clama hoy el infante y el viejo, el guerrero y el sacerdote; venganza pronta, rápida, enérgica, eficaz, sangriento, es lo que nos grita en cada uno de sus rayos el sol que nos alumbra, el mar que nos baña, el aire que nos vivifica. A estas horas no hay en Chile otro sentimiento, otra expresión, otro deseo que este: venganza y se repite con renovado furor el grito de a Lima, a Lima”.
Patricio Lynch recibió la autorización de Aníbal Pinto a su plan de acción en estos términos: “Junio 22. La idea de una expedición me parece muy bien. Organízala tú. Dime qué buques y tropas necesitas. Envíanos un plan bien detallado indicándonos lo que necesitas llevar…”; durante 46 días asoló nuestra costa, llevando muerte y desgracia a los principales puertos y haciendas azucareras del norte.
La fuerza expedicionaria al mando de Lynch debía sujetarse, entre otras cosas, a que contaría con dos buques, la corbeta Chacabuco y el vapor Abtao, y un total de 2,200 hombres. Podía tomar los acopios de víveres u otros artículos de utilidad, destruir el material rodante de los ferrocarriles. También perseguir remesas de armas, recoger ganado, imponer contribuciones de guerra, exigir pago en metálico o especies, como azúcar, algodón, arroz, alcoholes. La cuota de contribución lo hará efectiva con todo rigor, apelando si es necesario, a la destrucción de la propiedad. Destruir la economía del país. Tal como lo hizo.
Lynch al llegar a Chimbote impuso cupos a lugares y personas seleccionadas, entre ellas a los dueños de la hacienda Palo Seco, la maquinaria de esta hacienda, una verdadera ciudad, estaba valorizada en 100,000 libras esterlinas. Contaba con la casa principal semejante al Palacio de la Exposición de Santiago. Colocaron dinamita para destruir el trapiche, los calderos, el alambique, el edificio, el ingenio de arroz, las casas destruidas completamente. Muerte y destrucción dejó Lynch en Palo Seco.
En el norte
Seguidamente, Lynch se desplazó a la hacienda San Nicolás, donde, al igual que en Palo Seco, destruyeron la maquinaria, los edificios, casas, bodegas y almacenes, se llevaron todo el algodón que encontraron y que estaba en fardos en el almacén.
Posteriormente se trasladaron a Paita para interceptar una nave extranjera que traía en sus bodegas 28 cajones consignados al gobierno peruano con dinero para circular en el país, en total 7’290,000 en billetes y 375,000 en estampillas de franqueo común. El país sufrió un fuerte golpe por la utilidad que el enemigo le pudo dar ulteriormente. A Paita le impusieron como contribución de guerra la cantidad de diez mil pesos de plata, pero como no pudieron pagar, incendiaron y redujeron a cenizas las instalaciones.
Luego seguirían Eten y Ferreñafe, en Chiclayo, a los que impusieron un cupo de 150,000 pesos, que no pudieron pagar en las 48 horas de plazo, por lo que Lynch ordenó la destrucción, incendio y muerte. El cómplice de Lynch, Stuven, se desplazó hacia Ferreñafe, impuso cupos a las haciendas más importantes. La administración del ferrocarril de Eten, la hacienda Llape, la hacienda Cayaltí, entre otras, pagaron sus cupos.
En octubre las fuerzas expedicionarias llegaron a Trujillo e impusieron un cupo de 150,000 pesos que no pudieron pagar, por lo que Lynch ordenó destruir el puente sobre el río Chicama e incendiaron la estación ferrocarril de Ascope y Chocope. El 26 de octubre, Lynch, después de haber causado muerte y destrucción como una tormenta, abandonó Trujillo, con sus naves bien cargadas de oro, plata y especies que había robado a los pacíficos e indefensos habitantes.

En septiembre de 1880, luego de la caída de Tacna y Arica, los invasores chilenos procedieron a realizar una expedición de rapiña sobre la costa norte, dicha expedición fue ideada y dirigida por Patricio Lynch, quien contó con el apoyo del Ministro de Guerra Vergara. El objetivo de Lynch era acabar con la riqueza de las haciendas azucareras, según Percy Cayo (historiador peruano) los chilenos querían dejar sin ingresos económicos al estado peruano para que en caso se firme una paz sin cesión territorial su recuperación sea lenta.
El inicio de la expedición Lynch se dio el 04 de septiembre de 1880, los chilenos partieron rumbo al norte desde el puerto de Arica en dos transportes que llevaban dos mil soldados. Los invasores llegaron a Chimbote y comenzaron a imponer cupos de guerra (contribuciones forzosas), una de las haciendas afectadas con los cupos fue Palo Seco cuyo propietario era Dionisio Derteano.
Patricio Lynch le dio como plazo máximo a Derteano el 12 de septiembre para el pago del cupo de guerra, como el hacendado nacional no hizo efectivo el pago, los chilenos procedieron a destruir la hacienda Palo Seco (una de las mejores de América del Sur). Las hordas invasoras también destruyeron las haciendas "El Puente" y "Rinconada" en Chimbote además del ingenio de San Nicolás en Supe.
El día 16 de septiembre de 1880 las fuerzas de Lynch estaban en el puerto de Chimbote, allí destruyeron la aduana y las 6 locomotoras que pertenecían al ferrocarril que se dirigía a Tablones. La expedición Lynch sembró terror y destrucción por toda la costa norte peruana, se atacó Eten, Chiclayo, Ferreñafe, Chepen y Trujillo, en esta última ciudad el alcalde Cecilio Cox pagó uno de los cupos impuestos por los chilenos de su propio dinero, de esa forma evitó el incencio y saqueo de la ciudad de la eterna primavera.
Para el 01 de noviembre de 1880, Patricio Lynch se encontraba en Quilca, había vuelto del norte cargado de libras esterlinas, plata, billetes peruanos y muchas especies como cacao, café, aceite, alfalfa, etc. Luego de la destrucción impuesta por el enemigo, sus tropas avanzaron hacia la ciudad de Lima y consiguieron tomarla en enero de 1881.
Patricio Lynch estuvo a cargo de la expedición contra Lima, pero también asoló todo el país, cometió en Paita, Eten, Chiclayo, etc. 46 días de actos INCALIFICABLES. No obstante, un historiador chileno llama a Lynch el mejor virrey que ha tenido el Perú.
Constantino Negreiros había adornado una canoa chilena, los chilenos cayeron en la misma trampa hecha por Manuel Cuadros y hundieron la Covadonga, se repitieron los gritos de venganza contra el Callao y Chorrillos, destrucción de hasta la mínima choza. El diario El Mercurio de Chile y el Ferrocarril exigían la destrucción total del Perú, la destrucción de Lima a sangre y fuego “nuestros buques deben sembrar por todas partes la desolación y el espanto”.
Fueron acciones de verdadero salvajismo dirigidas con premeditación. Fue una invasión, pero fue guerra en el sentido que el Perú respondió combatiendo.

http://doctorromero.nireblog.com/post/2008/09/11/expedicion-lynch-46-dias-de-destruccion-y-muerte
http://cronicasdeperu.blogspot.com/2008/09/la-expedicin-lynch.html

Glorias de un Ejercito Invasor - La Lista de Domeyko

A las 4 de la tarde del 17 de enero de 1881, las tropas Invasoras chilenas entraron a Lima luego de Chorrillos y Miraflores. El coronel chileno Pedro Lagos y su batallón “Curicó” recibieron la orden de ocupar la Biblioteca Nacional de Perú, una de las más completas de esta parte del mundo. Entonces, sus salas de lectura se convirtieron en caballerizas y el olor a papel se tornó fétido.
Le pidió a Manuel de Odriozola, el bibliotecario, que le muestre la vasta colección que incluía valiosas ediciones de la Biblia, clásicos griegos y latinos, incunables europeos, ediciones plantinianas, elzeverianas, manuscritos notables, entre ellos varios procesos de la Inquisición, memorias de virreyes y documentos sobre la Compañía de Jesús.
Lagos exigió las llaves de la bóveda en donde se guardaban los libros. Y así se perpetró el saqueo.
Odriozola se quejó al entonces embajador de Estados Unidos, Isaac Christiancy. En su carta, escribió una verdad implacable: “apropiarse de archivos, gabinetes de física y anatómicos, obras de arte, instrumentos o aparatos científicos, y de todo aquello que es indispensable para el progreso intelectual, es revestir la guerra con un carácter de barbarie…”. Le resultaba indignante el que la apropiación de instrumentos universitarios de las escuelas de Arte, Minas, Medicina y otros objetos de uso puramente científicos fuesen considerados botín de guerra.
“Desde ese momento principió el saqueo descarado de ese sagrado depósito (…) Se cargaban carros con toda clase de libros, que se llevaban a casa de los chilenos y de allí, después de escoger lo que les convenía, el resto lo vendían en el mercado al precio de 6 centavos de libra, para envolver especias y cosas por el estilo”, escribió el historiador peruano Mariano Paz Soldán en su “Narración histórica de la guerra de Chile contra Perú y Bolivia”, publicada en 1904.
Pero no solo los peruanos sintieron esta indignación. Y uno de ellos fue el sabio polaco y ex rector de la Universidad de Chile, Ignacio Domeyko, personalidad prominente en la intelectualidad de entonces.
Domeyko no comulgó con la encomienda que le diera su gobierno de clasificar el botín limeño. “Es la más desagradable y antipática, pues me recordaba lo que habían hecho los rusos con muchas bibliotecas y colecciones de la Universidad de Vilna”, escribió en su autobiografía. Pero, debió hacerlo, y entre el lunes 22 y el miércoles 24 de agosto de 1881, con el título “Lista de libros traídos de Perú”, se publicó en el Diario Oficial de la República de Chile su informe de 16 páginas, dirigido al ministro de Instrucción Pública con los libros y objetos de ciencia robados en Lima que llegaron a la Universidad de Chile.
La Intendencia General del Ejército había mandado un total de 103 grandes cajones y otros 80 bultos. Domeyko separó en cuatro grupos los objetos recibidos: el primero, de “instrumentos y aparatos para la enseñanza de la física y de la química, y una colección de muestras para química orgánica y farmacia”; el segundo, de “preparaciones anatómicas”; el tercero, de “objetos de historia natural”; y el cuarto, de libros. Además, el botín incluía una gran colección geológica de rocas. Sin duda, lo más valioso era –según Domeyko– “los más de 10 mil volúmenes”, muchos de ellos del siglo XVI y XVII, incluidas numerosas joyas bibliográficas universales.
Solo quedaron 730 libros de los más de 56 mil que poseía la Biblioteca Nacional en 1880. Así lo consignó el informe elaborado por Ricardo Palma para el Ministerio de Justicia, cuando recibió el encargo de levantarla de sus cenizas.
Estos son algunos libros valiosos consignados por Ignacio Domeyko en su inventario de 1881.
• Jasonis, Conciliarum (1534)
• Golius, Lexicon arabicum latinum (Leiden, 1653)
• Los triunfos de Petrarca (1555)
• Crónica de don Juan Segundo (“edición gótica de 1543 mandada a imprimir por Carlos V”)
• Histoire general de voyages (1747) (17 volúmenes)
• Juan González de Mendoza, Historia de China (Amberes, 1596)
• Plutarco, Obras (1551)
• Padre Madariaga, Del Senado i de su Príncipe (1555)
• Crónica del Rei don Rodrigo (1549, “edición gótica de Toledo”)
• Diderot y D’Alembert, Encyclopedie del XVIII (35 tomos)
• Pimentel, Arte de navegar (en portugués)
• Toldrá, Justificación histórica de la venida del apóstol Santiago a España
• Lipenu, Bibliotheca philosophica (1682)
• Arte de verificar las fechas (incompleta)
• Garibay, Compendio de las crónicas… (1628)
• Antonio de Herrera, Agricultura jeneral (1790)
• Aimondi, Cronicon Francorum (París, 1603)
• Artes de la Inquisición española
• Juan de Mena, Las Trescientas
•Biblioteca clásica latina (151 volúmenes)
• Giovanni Galluci, Teatro del mundo i del tiempo (1611)
• Garcilaso de la Vega, Historia General del Perú (Córdoba, 1617)
• Imperatum Romanorum (Zúrich, 1559, “notables los grabados y la edición”)
• D’Orbigny, Dictionaire d’histoire naturalle (París, 1861, 11 volúmenes)
• Cédulas Reales (1563)
• Annales d’ygiene publique (80 volúmenes)
• Fray Luis de León, Cartas pastorales Biblia latina (1550)